PULIR O NUTRIR:¿POR QUÉ ES NECESARIO UTILIZAR ÁCIDOS A MEDIDA QUE ENVEJECEMOS?
A la hora de tratar la piel frente al envejecimiento, muchas personas sienten cierto recelo a utilizar algunos componentes antiedad bien conocidos por su efectividad para combatir los signos del paso del tiempo, como son algunos ácidos. En este sentido, me he encontrado varias veces con personas que se preguntan qué sentido tiene utilizar activos tan potentes y, según para qué pieles, agresivos, como el ácido retinoico, el ácido glicólico, mandélico…, tan renovadores y exfoliantes, cuando, a partir de cierta edad, la piel se va afinando y fragilizando cada vez más. Así visto, tiene su lógica plantearse añadir nutrición e hidratación, más que ir “limando” cada vez más la epidermis a base de ácidos. Se plantean estos dos modus operandi antiedad como si fueran antagónicos, cuando en realidad se trata de rutinas complementarias.
Qué duda cabe que la hidratación y la nutrición son básicas para mantener la piel joven y saludable. Sin embargo, este gesto de belleza, por sí mismo, no va a evitar la aparición de arrugas y la flacidez. La explicación es la siguiente: a medida que envejecemos, la piel empieza a sufrir una serie de alteraciones, tanto a nivel de la epidermis, como de la dermis. La epidermis se compone en su mayoría de queratinocitos, segmentados en el estrato córneo, y melanocitos, que dan la pigmentación a la piel. El estrato córneo es la capa más externa de la epidermis y está formada por capas de células que contienen queratina y una cohesión regular entre ellas. Esta capa supone un factor de protección para la piel, en forma de película plana. Sin embargo, con el paso de los años, debido a la ralentización en la renovación celular, se produce un engrosamiento del estrato córneo, acumulándose en su superficie células muertas de queratina, aparte de la aparición de manchas – cuestión en la que no me voy a detener ahora – y de una epidermis más delgada. A más edad, más capas se van formando en el estrato córneo, dando a la piel un aspecto rugoso y falto de luminosidad – al fin y al cabo, la luminosidad es un efecto óptico de una piel con una textura afinada -, lo que conlleva, además, una mayor barrera para la penetración de activos. De ahí la necesidad de eliminar esas células muertas que se acumulan en la superficie cutánea, y que tanto afean la piel. Por ello, es tan importante exfoliar y realizarse peelings, entrando, de este modo, en escena, los ácidos. De hecho, el glicólico y el retinoico son capaces de atravesar el estrato córneo.
Por otra parte, a nivel de la dermis, la célula principal es el fibroblasto, encargado de dar sostén a la piel, ya que es donde se encuentra el colágeno, la elastina y el ácido hialurónico. Con tanto engrosamiento, la dermis se afina y no es capaz de aguantar todo lo que le viene encima y acaba cayendo. Es lo que conocemos como descolgamiento o flacidez.
Conclusión: es importante trabajar la piel a ambos niveles, tanto en la superficie, afinando su textura, lo cual supone una piel más lisa y, por consiguiente, luminosa, como a nivel de la dermis, estimulando el fibroblasto. No debemos descuidar la hidratación y la nutrición, pero no debemos olvidarnos tampoco de la renovación celular, como paso previo y fundamental para lograr un mejor aspecto cutáneo, así como una mejor penetración de los ingredientes antiedad.