JABÓN DE MARSELLA, UN LIMPIADOR MULTIUSOS MUY APRECIADO DESDE HACE SIGLOS

Soy una auténtica enamorada de los jabones tradicionales. Puede sonar a manido anuncio de televisión, pero en mi casa nunca falta una pastilla de jabón de Marsella y, en su defecto, de lo que popularmente se conoce como jabón Chimbo o de la abuela. Lo utilizo para prácticamente todo: como jabón de manos, para la higiene corporal, para el lavado a mano de prendas de ropa e, incluso, debo confesar que en alguna ocasión, en que no he contado con mis productos habituales de limpieza, para el lavado facial, con resultados bastante buenos.

Recientemente, he tenido ocasión de viajar por la zona de la Provenza, donde en cualquier rincón puede uno hacerse con el jabón de Marsella. Yo, en concreto, lo adquirí en la población de Grasse, especializada en perfumes y aceites esenciales – interesantímo el concepto de sus siestas perfumadas por distintos rincones del pueblo -, donde pude hacer acopio de este producto para no tener que preocuparme por quedarme sin jabón de Marsella por lo menos en el próximo lustro.

Se trata de un jabón artesanal, totalmente biodegradable, a base de aceites vegetales, aunque originalmente se elaboraba exclusivamente  con aceite de oliva. Empezó a comercializarse hacia finales del siglo XlV.

Es un producto multiusos, muy aconsejado, aún en nuestros días, por los dermatólogos, para la higiene de las pieles delicadas, especialmente la de los niños, precisamente por lo que no contiene. Y es que el jabón de Marsella no tiene colorantes, ni tensoactivos, ni grasas animales. Si a ello le añadimos que es hipoalergénico, antiséptico y antibacteriano, seguro que entendemos a la perfección por qué este polivalente jabón sigue siendo un indispensable  en muchos hogares.

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