REFLEXIONES SOBRE EL LAVADO DEL CABELLO

Para tener un cabello bonito y cuidado, hay tres pasos fundamentales que no deberíamos pasar por alto:

1- Preparar, etapa en la que se utilizan productos pre-champú con el fin de sanear y purificar.

2- Equilibrar, función que corresponde al champú.

3- Tratar y embellecer, es decir, productos cosméticos que aplicaríamos tras el champú, como mascarillas, serums…

Hoy me voy a centrar en el segundo paso, que es donde entra en escena el champú. En líneas generales, no sabemos lavarnos el pelo. Qué duda cabe que el champú que escogemos para nuestra rutinaria higiene capilar es importantísimo. Sin embargo, este gesto debería ir acompañado de una serie de hábitos a la hora de utilizarlo.

Digamos que el champú viene a ser, a nivel capilar, lo que una limpiadora a nivel facial. No es un tratamiento, sino un paso básico a la hora de cuidar nuestro pelo. Con él, no tratamos de conseguir un efecto cosmético, como sucede con las mascarillas, por ejemplo, sino simplemente queremos eliminar la suciedad. Ése es su cometido. Es por ello que debemos huir de champús con componentes como siliconas, que provocan un efecto meramente cosmético y esa misión correponde más a los productos tratantes y embellecedores, como mascarillas.

Nos encantan los productos que, al lavarnos, producen mucha espuma, fruto de componentes como la citada silicona. Nos da la sensación de que limpian más. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. A corto plazo, la sensación en nuestro cabello es super cosmética, sin embargo, a largo plazo, estos excipientes acaban por estropearlo, buscando a nuestra cabellera problemas añadidos que no teníamos.

Otra cuestión es la de la cantidad de champú a utilizar. Con el tamaño de una nuez debería bastarnos. Y es que, lo que hay que lavar es el cuero cabelludo, que es lo que realmente se ensucia, y no el pelo, que apenas acumula residuos. ¡Y qué manía tenemos con frotarlo a conciencia, enérgicamente, cuando este gesto lo único que va a provocar es un posible efecto rebote ( descamación, más sebo …) El pelo es como un árbol, con su corteza, que en esta metáfora vendría a representar la cutícula del cabello. Si los frotamos unos con otros, vamos a acabar dañando la corteza. Otro día me centraré en cómo debemos “abonar” la tierra de este particular “árbol”.

Lo ideal es, efectuar un pequeño y suave masaje, para estimular la zona capilar. A la hora de secarlo, tampoco deberíamos frotarlo con una toalla, otro gesto muy habitual para eliminar la humedad, por la misma razón que antes os he explicado metafóricamente.

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