También conocida como queratosis solar, la queratosis actínica es una afección de la piel en la que aparecen unas lesiones ásperas y escamosas en zonas del cuerpo muy expuestas al sol, como la cara, cuello, manos o antebrazos. En términos técnicos, se trata de una queratinización de la piel que se produce cuando determinadas células epiteliales, los queratinocitos, cambian y se reproducen de modo anómalo, debido a la radiación ultravioleta.

Esta afección cutánea, que algunos describen como lesión pre-cancerosa, debe ser siempre tratada, ya que a la larga puede derivar en cierto tipo de cáncer de piel. De hecho, aunque entre un 15 y un 25% de los casos sufre una regresion espontánea, es decir, acaba desapareciendo, no es posible predecir si esta lesión acabará extendiéndose al tejido subyacente, evolucionando a un carcinoma de células escamosas, por lo que es imprescindible que sea tratada.

A pesar de que la exposición al sol es la principal causa de su aparición, existen ciertos factores de riesgo, como una piel muy clara, pieles con sistemas inmunológicos muy debilitados o bien pieles muy fotoenvejecidas. Y es que, años y años de sol en la piel puede tener graves consecuencias ya que, no debemos olvidar que la piel tiene memoria. Antiguamente, la queratosis actínica se asociaba a edades maduras – de hecho, también era conocida como queratosis senil -. Sin embargo, cada vez afecta a personas mas jóvenes. Por eso, es fundamental concienciar a la población de la necesidad de protegerse del sol de forma adecuada, con un factor de protección alto, renovando frecuentemente el fotoprotector y adquiriendo ciertos hábitos, como evitar tomar el sol en las horas centrales del día.

Existen diversos tratamientos para tratar una queratosis actínicas, que pueden ir desde una crema o loción, por vía tópica, a una dermoabrasión, peeling químico, terapia fotodinámica o incluso criocirugía o electrocirugía.