El aceite de jojoba es una cera líquida que se obtiene del fruto de la jojoba, un arbusto originario de los desiertos de México y California, aunque en la actualidad su cultivo se ha extendido a otros lugares, entre ellos La Rioja, uno de los principales exportadores de jojoba. En la antigüedad era muy apreciado por los indios americanos, que veían en él poderes para curar heridas, proteger del sol e, incluso, hacer crecer el pelo. Es muy estable al calor y a la oxidación, conservando intactas sus propiedades mucho tiempo. Tiene un altísimo contenido en ceramidas, muy similares a las de la piel, que regulan la hidratación de las células de la epidermis. De ahí sus propiedades seborreguladoras de la piel y del cabello, ya que penetra en el cuero cabelludo, disolviendo el sebo del folículo piloso y aportándole hidratación y brillo.
En cuanto a sus propiedades para la piel, os diré que se trata de un aceite natural muy puro, ya que no lleva resinas, alquitranes, alcaloides no fosfatos. Es rico en vitamina E, por lo cual combate los radicales libres, responsables del fotoenvejecimiento cutáneo, y ácido linoleico, potente regenerador celular.
Este estupendo humectante de la piel se absorbe muy fácilmente y resulta ideal para pieles grasas, ya que no es comedogénico y por sus propiedades reguladoras del sebo.