Esta planta silvestre, que crece en las regiones mediterráneas, es toda una fuente de salud. Se trata de una planta comestible, de la que se aprovechan sus hojas y flores para usos terapéuticos. De ella destacan sus propiedades hidratantes y emolientes – de hecho, su nombre procede del latín “mollire”, es decir, “emoliente”- dada su elevada cantidad de mucílagos, contenidos en sus hojas, capaces de absorber moléculas de agua. Resulta muy eficaz para el tratamiento de heridas, eccemas, furúnculos, granitos, llagas en la boca e, incluso hemorroides ( en este caso se aplicaría con baños de asiento).
Desde el punto de vista respiratorio, la malva también tiene algo que decir, ya que tiene efecto expectorante, muy útil para tratar afonía, ronqueras, tos, faringitis y bronquitis.
La malva se utiliza también para facilitar las digestiones y para evitar el estreñimiento.
Su composición, rica en fibra mucílago, aceite esencial y taninos, convierten esta hierba en un excelente tónico natural para nuestra piel.
La malva no tiene contraindicaciones importantes para la salud. Sin embargo, se recomienda cierta precaución en embarazadas y madres lactantes, así como en diabéticos, ya que su alto contenido en mucílago podría alterar los niveles de azúcar en sangre.
