GINKGO BILOBA, UN POTENTE ANTIOXIDANTE PREHISTÓRICO

Si observamos la fórmula de muchos cosméticos  antiedad, nos llamará la atención la cantidad de ellos que cuentan, entre sus ingredientes, con el Ginkgo Biloba. Un auténtico fósil viviente. Y es que se trata del árbol más antiguo del mundo, con cerca de 200 millones de años de antigüedad. Ahí es nada. Árbol sagrado en China y Japón, supera los 30 metros de altura y llega a alcanzar los 1000 años, habiendo ejemplares con más de 2500 años de antigüedad.

De sus hojas se obtiene un extracto rico en flavonoides, al que se le atribuyen numerosas propiedades. De hecho, es la planta más utilizada en la medicina tradicional china y japonesa. Su ingesta mejora la circulación sanguínea, reduciendo la tendencia a la formación de coágulos, disminuyendo el riesgo de trombosis. Numerosos estudios demuestran sus propiedades medicinales, no estando del todo clara su acción en enfermedades neurodegenerativas,como el Alzheimer. Un tema que últimamente ha generado cierta controversia entre la comunidad científica. Pero éste es un terreno muy amplio en el que no voy a adentrarme en esta ocasión. Más bien, lo que nos ocupa ahora son sus usos en cosmética, que no son pocos.

De hecho, es un potente antioxidante, capaz de neutralizar los radicales libres implicados en el proceso de envejecimiento. Protege a las células de la oxidación, a la vez que las regenera. De ahí que sea uno de los ingredientes más comunes en tratamientos antiarrugas, reafirmantes e iluminadores. El ginkgo biloba es, gracias a sus propiedades en la mejora de la circulación sanguínea, muy efectivo en el tratamiento de pieles con problemas microvasculares.

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